SOLEMNE EUCARISTIA EN HONOR A SANTA EULALIA

Dia 10 de diciembre de 2020,  Festividad de la patrona de Mérida y de la Juventud de la archidiócesis de Mérida-Badajoz,  la Virgen y Mártir Santa Eulalia, una festividad atípica, sin poder sacar a nuestra Niña Santa por las calles de su ciudad, Mérida. La pandemia por Covid19 ha impedido la realización de la procesión de vísperas y la Solemne desde la Concatedral e Santa María hasta la Basílica martirial de Eulalia.

Santa Eulalia escoltada por artilleros del GACA XI

Esta situación sanitaria obligaba a realizar los actos en la Basilica, con un aforo muy reducido o en un espacio abierto y de mayor capacidad. El anfiteatro fue el lugar elegido y designado y todos los esfuerzos se volcaban en organizar y realizar la solemne Eucaristía en honor a Santa Eulalia en ese emblemático espacio romano. Pero no pudo ser, la previsiones de lluvia aconsejaban no llevarlo a cabo y se optó al final realizar la Eucaristía en la Basilica.

Asi, este año de pandemia, la Festividad  no ha tenido el brillo de otros años, pero ha sido una festividad de mucha devoción, fe y cariño a Santa Eulalia.  Una Eucaristía presidida por el arzobispo de la diócesis de Mérida-Badajoz, Monseñor Don Celso Morga, a la que asistieron, además de la curia emeritense, el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara y el alcalde de la ciudad, Antonio Rodríguez Osuna, al que acompañaban concejales del gobierno local, de la oposición, asi como el jefe de la policía local, el comisario jefe de la policía nocional, y el teniente coronel jefe del GACA XI .

Homilía pronunciada por don Celso 

“Queridos fieles: Demos gracias a Dios por permitirnos celebrar la fiesta de santa Eulalia, virgen y mártir, patrona de nuestra ciudad, alcaldesa perpetua, patrona también de los jóvenes de nuestra archidiócesis, venerada en toda la Iglesia, hasta el punto de haber sido cantada, en la antigüedad, por san Agustín, por el poeta Prudencio (siglo IV) y haber sido refigurada en el famosísimo mosaico de San Apolinar Nuevo de Rávena, obra maestra del arte cristiano-bizantino, precedida por santa Cecilia y tras los pasos de santa Inés, es decir, entre las vírgenes y mártires más famosas de la antigüedad cristiana. Este cortejo de santas vírgenes y mártires de los primeros siglos cristianos se encaminan al encuentro de la Santísima Virgen María, lujosamente ataviadas con túnicas talares y llevan en sus manos ricas coronas. Tanto en este espléndido mosaico, como en otras representaciones y pinturas, nuestra mártir viene representada no como una niña, sino como una joven de más edad, plenamente consciente de lo que quería. Eulalia se presentó ante sus carnífices, cuando la vida se abría, para ella, llena de esperanzas y de vigor; cuando estaba «llena de gracia y atractivo», como dice Prudencio. Sabemos que, ante la persecución desencadenada por Diocleciano, llevada a cabo, aquí en Mérida, por el gobernador Daciano, ella no se escondió, deseaba ser mártir por amor a Cristo.

Como dice textualmente el “Martirologio Romano”, libro oficial de la Iglesia Católica sobre los mártires y los santos, para el día 10 de diciembre: «En Mérida de Lusitania (hoy España), santa Eulalia, virgen y mártir, que, siendo aún joven, no dudó en ofrecer su vida por confesar a Cristo». No dudó. Podía haberse escondido; sus padres tenían una casa fuera de Mérida y querían impedir a toda costa que muriese, pero, en su espíritu noble y puro, pudo más el deseo de denunciar la injusticia que suponía la obligación para los cristianos de quemar incienso ante los dioses, que el salvar la propia vida. Estamos en la Mérida, capital de la Lusitania, del inicio del siglo IV (304). El juez pagano – según el relato de Prudencio- mandó que destrozaran a Eulalia golpeándola con varillas de hierro y que, sobre sus heridas, colocaran antorchas encendidas. La hermosa cabellera de Eulalia se incendió y ella murió quemada y ahogada por el humo. Dice también el poeta Prudencio que, al morir la mártir, una paloma voló hacia el cielo. La nieve cubrió el cadáver, hasta que, varios días después, llegaron algunos cristianos que dieron honrosa sepultura al cuerpo de la joven mártir. Allí, en el sitio de su sepultura, se levantó el templo en honor de santa Eulalia y dice el poeta que él mismo vio como a este templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios. Nosotros seguimos a esa procesión interminable de peregrinos que imploran del Señor sus favores por intercesión de santa Eulalia. Pedimos por la ciudad de Mérida y sus autoridades; pedimos por España; pedimos, este año particularmente, por el final de esta pandemia, que nos acecha desde hace muchos meses; pedimos por quienes han padecido en sus carnes este virus y por quienes han fallecido a causa de él; pedimos por un trabajo digno y estable para todos; pedimos por nuestras familias, nuestros mayores, nuestros jóvenes y niños; pedimos al fin que la fe que testimonió santa Eulalia no se extinga en el corazón de nuestros contemporáneos.

La mártir dio el supremo testimonio de la verdad de la fe. Ante nuestras dudas de fe, ante nuestra indiferencia de frente a la verdad, como Pilatos –“¿qué es la verdad?”-, ante nuestro miedo y comodidad a comprometernos, santa Eulalia nos dice, con el supremo testimonio de su muerte, que la verdad es Cristo. Recojamos con exquisito cuidado y veneración el recuerdo de nuestra mártir: todos los cristianos tenemos obligación de manifestar con la vida y la palabra nuestra fe. Que santa Eulalia nos preceda siempre y acompañe en este modo de vivir y caminar por esta vida para alcanzar el premio que el mismo Señor nos ha prometido, con la ayuda de nuestra Madre, María”.

+ Celso Morga Iruzubieta.  Arzobispo de Mérida-Badajoz

Y aquí el reportaje gráfico